Nuestra historia

El Valbanera zarpó de Barcelona el 10 de agosto de 1919 al mando del capitán Ramón Martín Cordero. Tras hacer escala en Valencia, Málaga, Cádiz  e Islas Canarias, el 18 llega a Santa Cruz de Tenerife donde 212 personas se suman al pasaje. Finalmente, el 21 zarpa de Santa Cruz de la Palma, último puerto español de la travesía. El vapor pone rumbo a San Juan de Puerto Rico, Santiago de Cuba, La Habana, Galveston y Nueva Orleans. Viajaban a bordo 1.230 personas, 88 eran tripulantes y 1.142 pasajeros. Cuenta la leyenda que mientras el buque reviraba en el puerto de Santa Cruz de la Palma,  perdió una de sus anclas. Un negro presagio para los supersticiosos marineros.

Tras hacer escala en San Juan de Puerto Rico, arriba el 5 de septiembre a Santiago de Cuba. La mayor parte del pasaje tenía billete para La Habana, sin embargo, 742 personas decidieron desembarcar en Santiago. Es evidente que esta decisión salvó sus vidas. El por qué de este desembarque masivo continúa siendo un misterio.

El mismo día 5 sale de Santiago rumbo a La Habana, con 488 personas a bordo.

La Habana, primeras horas de la noche del 9 de septiembre de 1919. El viento huracanado procedente del Golfo, había estado castigando las callejuelas de la capital cubana durante toda la tarde. Los negros nubarrones que descargaban sin descanso trombas de agua sobre la ciudad hacían que los capitanes de los buques atracados en los muelles sintiesen una punzada de inquietud, dudando sobre si sus vapores se encontraban al abrigo de un puerto o si acabarían varados sobre el parámetro de los muelles. Entre los aullidos del viento se escucharon los desesperados sonidos de la sirena de un vapor pidiendo práctico.

El Valbanera aguantándose frente al Castillo del Morro hacía señales con una lámpara morse. Los vigías del Morro descifraron las señales que emitía el vapor insistentemente; la letra G del Código Internacional de Señales, dos destellos largos de luz seguidos de uno corto. “Necesito práctico”.

A pesar de que desde el atardecer había sido encendida la señal que indicaba que el puerto se encontraba cerrado, tres luces rojas dispuestas verticalmente, los vigías encendieron una nueva señal: tres luces en linea vertical, blanca la superior y verde las inferiores, “el estado de la barra no permite salir al práctico”, probablemente la última señal que hubieran deseado ver aquella noche desde el buque.

Lacónicamente el capitán indicó por señales morse que intentaría capear el temporal en alta mar. Luego, el buque fue virando, arrumbando hacia el norte entre gigantescas olas que se estrellaban en los acantilados. En pocos minutos, sus luces se perdieron entre la lluvia y los rociones  de agua de mar.

Nunca llegó a puerto. Una semana después, se propagó por todo el Caribe la noticia: el Valbanera había desaparecido, y sin tardar se inició una búsqueda frenética del vapor y de las casi 500 personas que en él viajaban.

Los restos del Valbanera fueron encontrados por un buque de la Armada de los Estados Unidos nueve días después del naufragio, 40 millas al oeste de Cayo Hueso, el más alejado de la península de Florida, embarrancado en el Bajo de la Media Luna, un banco arenoso de escasa profundidad. El barco estaba cubierto de agua y arena y no se encontraron supervivientes.

Anécdota:

»Mis bisabuelos: José González García y Brígida Gómez González, ambos naturales de Santa Cruz de Tenerife dieron todo lo que tenían por un billete de ida sin retorno hacia la mayor isla de las Antillas, Cuba. Embarcaron sin saberlo en el ultimo viaje del Valbanera, con su maleta cargada de sueños para emprender una nueva, ilusionante  y esperanzadora vida.

Aunque su destino final era la ciudad de La Habana, se vieron obligados a desembarcar en Santiago de Cuba,  para alumbrar a su primogénito en tierra (Germán), que sin quererlo, se convirtió en el salvador de sus padres y de sus futuros descendientes. Ese día, el nombre de Germán significó: SALVACIÓN.
Paradoja del destino, hoy puedo contaros mi historia.»

Leidy González Guevara, bisnieta de José y Brígida.